MÉXICO. – Con casi 100 años de vida, Ignacio López Tarso se ha convertido en uno de los actores más reconocidos de México, cuya trayectoria no deja de crecer hasta el día de hoy.
Sin embargo, antes de que Ignacio López López se convirtiera en López Tarso, tuvo que vivir dos experiencias fundamentales para llegar a ser el intérprete que es hoy.
La primera de ellas fue el ingreso del intérprete al seminario, la única opción que tenía para poder continuar con sus estudios superiores, debido a los problemas económicos de sus padres.
Sin embargo, la falta de vocación de Ignacio no le permitió convertirse en sacerdote, dejando el seminario, lo que posteriormente lo llevaría a trabajar como brasero dentro de la cosecha de uva y naranja, en el condado de Merced, California.
Lamentablemente, la estadía del histrión en Estados Unidos también fue breve, ya que una caída desde lo alto de un naranjo le provocó una fractura en la espina dorsal.
Debido a la situación, el actor tuvo que regresar a México, donde pasó un año guardando reposo en su cama, donde viviría la segunda experiencia que marcaría su destino como actor: un libro con la obra completa de Xavier Villaurrutia.
El poeta y su alumno
Tras recuperarse de su fractura, el protagonista de “El hombre de papel” ingresaría a la escuela de teatro de Bellas Artes, donde Villaurrutia sería su maestro.
“Un día leí en un periódico que se abrían las inscripciones para la escuela de teatro de Bellas Artes y ahí decía que el maestro Xavier Villaurrutia daba la clase de actuación. Se empezó a interesar en mí sin conocerme”, declaró el también político en una entrevista.
Del poeta sería la idea de que su alumno adoptara otro nombre artístico diferente al de Ignacio López López, asegurando que ese era muy feo.
“Me dijo que López López era muy feo para un actor. Me acordé de lecturas que tuve en el seminario sobre un santo que es San Pablo, antes de ser San Pablo, era Saulo de Tarso y digo López Tarso”, declaró el actor.
Finalmente, y tras hablarlo con su novia, el histrión comenta que “Llegué ese día y le dije: 'Maestro, soy Ignacio López Tarso' y me dijo que estaba bien, que me inscribiera como López Tarso”.